Un reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA, por sus siglas en inglés) ha puesto de manifiesto una preocupante realidad: solo un tercio de las aguas superficiales en Europa se encuentran en buen estado. Los ríos, lagos y aguas costeras del continente, junto con los ecosistemas que dependen de ellos, están gravemente afectados por la contaminación química. Entre los principales responsables se destacan la contaminación atmosférica derivada de las plantas de carbón y los pesticidas utilizados en la agricultura.
Esta situación no solo amenaza la biodiversidad acuática, sino que también plantea serios riesgos para la seguridad hídrica en Europa. El cambio climático, el uso excesivo del agua y la degradación de los hábitats naturales son otros factores que agravan esta problemática. De hecho, se estima que cada año un 20% del territorio europeo y el 30% de la población experimentan algún grado de estrés hídrico. Ante este panorama, es evidente que la gestión de los recursos hídricos en Europa debe ser repensada y adaptada a las nuevas realidades medioambientales.
Una gestión deficiente del agua en Europa
Según la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea, las aguas superficiales y subterráneas del continente debían alcanzar un «buen estado químico» para el año 2015. Sin embargo, el informe de la EEA revela que los avances en este ámbito han sido mínimos. En 2021, solo el 29% de las aguas superficiales europeas alcanzaron un buen estado químico, es decir, no estaban excesivamente contaminadas. Además, solo el 37% de las aguas superficiales obtuvieron un buen o alto estatus ecológico, lo que significa que la salud de los ecosistemas acuáticos sigue siendo precaria.
Uno de los mayores obstáculos para mejorar la calidad del agua en Europa es la presencia de contaminantes persistentes, como el mercurio, que tienen una larga vida en el medio ambiente. Sin este tipo de contaminantes, se estima que hasta el 80% de las aguas superficiales del continente podrían alcanzar un buen estado. A pesar de ello, algunos avances se han logrado, especialmente en la prevención de un mayor deterioro de la calidad del agua, lo que ha permitido la recuperación de algunas especies acuáticas, como los mejillones y los crustáceos.
Por su parte, las aguas subterráneas, que proporcionan dos tercios del agua potable en Europa, están en una mejor situación. El informe indica que el 77% de estas fuentes de agua presentan un buen estado químico, y el 91% de los recursos subterráneos evaluados en los países miembros de la UE (incluida Noruega) muestran un suministro adecuado.
La agricultura y su impacto en la calidad del agua
La agricultura tiene un papel central en la degradación de las fuentes de agua en Europa. El uso excesivo del agua en las actividades agrícolas, junto con la liberación de nutrientes y pesticidas en los suelos, contribuyen a la contaminación tanto de las aguas superficiales como subterráneas. Estos químicos, utilizados para aumentar la productividad agrícola, se filtran en los acuíferos y agravan la contaminación de los recursos hídricos.
Para enfrentar este desafío, el informe de la EEA propone reducir el uso del agua en la agricultura y apostar por métodos más sostenibles y ecológicos. Sin embargo, este cambio no solo dependería de los agricultores, sino también de los consumidores, quienes tendrían que adaptar sus hábitos de compra y alimentación. Además, la quema de carbón para generar energía es otra fuente importante de contaminación, especialmente debido a la liberación de mercurio en la atmósfera, que luego se deposita en las aguas superficiales. Aunque algunos productos químicos, como los retardantes de llama bromados, ya no están permitidos, su presencia sigue siendo una preocupación debido a su persistencia en el agua.
Soluciones para proteger los recursos hídricos de Europa
El informe de la EEA destaca una serie de medidas que los países europeos deberían adoptar para mejorar la calidad del agua y garantizar un suministro seguro en el futuro. Entre las propuestas más urgentes se encuentra la reducción a la mitad de las pérdidas de nutrientes y el uso de pesticidas para 2030. Además, se recomienda la implementación de soluciones basadas en la naturaleza, como la restauración de humedales y turberas, así como la eliminación de presas y canales para permitir que los ríos fluyan libremente. Estas acciones no solo mejorarían la calidad del agua, sino que también ayudarían a mitigar los efectos del cambio climático al almacenar carbono y reducir el riesgo de inundaciones.
A medida que el cambio climático sigue alterando los patrones meteorológicos y ejerciendo presión sobre los recursos hídricos, es imprescindible que Europa adapte sus prácticas de gestión del agua. Esto incluye la reducción del consumo, la mejora de la eficiencia hídrica mediante la lucha contra las fugas y el aumento de la reutilización del agua. Asimismo, es esencial un monitoreo más riguroso de la cantidad y calidad del agua para que los países puedan establecer objetivos concretos de ahorro y cumplirlos.
Una de las propuestas más controvertidas del informe es el aumento del precio del agua como una forma de fomentar un uso más consciente del recurso. Esta medida no solo incentivaría a los consumidores a reducir su consumo, sino que también generaría fondos para mejorar los sistemas de abastecimiento y gestión hídrica.
En conclusión, el estado de las aguas en Europa es preocupante y requiere una acción inmediata. La contaminación química, la sobreexplotación de los recursos y los efectos del cambio climático están poniendo en riesgo la seguridad hídrica del continente. Como señaló Leena Ylä-Mononen, directora ejecutiva de la EEA, «debemos redoblar nuestros esfuerzos para restaurar la salud de nuestros valiosos ríos, lagos y aguas costeras, y asegurarnos de que este recurso vital sea resistente y seguro para las generaciones futuras».