En los últimos tres años, el panorama sobre la transición energética de China ha dado un giro hacia un optimismo palpable. Diversos estudios recientes indican que el país podría estar más cerca de lo esperado de alcanzar un punto crucial en su lucha contra el cambio climático: el pico de sus emisiones de dióxido de carbono. Según un informe conjunto del Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA, por sus siglas en inglés) y la Sociedad Internacional de Estudios sobre la Transición Energética (ISETS), cada vez más expertos creen que China podría lograr este objetivo en 2025.
La importancia de este hito no puede subestimarse, ya que China, como la mayor emisora mundial de CO2, desempeña un papel crítico en los esfuerzos globales para combatir el cambio climático y cumplir con los objetivos del Acuerdo de París.
La transición verde en marcha: carbón, energía limpia y transformación industrial
El uso del carbón, responsable del 80% de las emisiones de combustibles fósiles de China, es un indicador clave en esta transición. Según el informe, el 52% de los expertos consultados cree que el consumo de carbón alcanzará su pico en 2025, mientras que solo el 20% considera que esto sucederá más tarde. Esto marca un cambio notable en las perspectivas respecto a años anteriores, impulsado por un control más estricto de las industrias contaminantes y una inversión masiva en energías renovables.
El crecimiento de la capacidad de generación de energía solar y eólica ha sido particularmente notable. Estas fuentes de energía limpia han experimentado un aumento exponencial en los últimos años, mientras que las ventas de vehículos eléctricos superaron el 50% del total durante tres meses consecutivos en 2024. Este cambio no solo reduce las emisiones de CO2, sino que también fomenta una transformación industrial más sostenible.
Xunpeng Shi, experto de ISETS, señala que estos avances están «alimentando el optimismo sobre el futuro». Según él, los beneficios de la transición energética, como la expansión de las energías limpias y la modernización industrial, están comenzando a hacerse evidentes, lo que refuerza la confianza en que China puede lograr sus objetivos climáticos.
Desafíos pendientes y el camino hacia el cumplimiento del Acuerdo de París
A pesar del optimismo, persisten desafíos significativos. Según el informe de CREA, el consumo de energía y electricidad en China sigue creciendo a un ritmo superior al del Producto Interno Bruto (PIB), un patrón que no se alinea con las trayectorias necesarias para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Además, aunque las emisiones relacionadas con el transporte y la construcción están en camino de reducirse, sectores como el consumo total de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero no relacionados con el CO2 permanecen fuera de los márgenes esperados.
Lauri Myllyvirta, analista principal de CREA, advierte que si bien se ha avanzado significativamente, aún hay poca claridad sobre la trayectoria futura de las emisiones de China. Existe la posibilidad de que las emisiones sigan aumentando hasta 2030 y que las reducciones posteriores sean demasiado lentas para evitar un impacto climático catastrófico.
Para mantenerse en línea con el Acuerdo de París, China necesita acelerar aún más el despliegue de energías renovables o redirigir su desarrollo económico hacia un modelo menos intensivo en energía. Un nuevo plan climático nacional, previsto para febrero del próximo año, podría proporcionar el marco necesario para afianzar estos compromisos y garantizar que el país cumpla con sus objetivos de reducción de emisiones en la próxima década.
Hacia un futuro más verde
China se encuentra en una encrucijada histórica. La posibilidad de que sus emisiones de CO2 alcancen su pico en 2025 sería un logro monumental para la comunidad internacional y un paso decisivo hacia la mitigación del cambio climático global. Sin embargo, este progreso requiere una acción coordinada, políticas más estrictas y una ambición renovada para superar los desafíos restantes.
El mundo observa con atención los próximos pasos del gigante asiático, cuya transición energética no solo determinará su propio futuro, sino también el del planeta en su conjunto.