En Busan, Corea del Sur, los países del mundo se encuentran reunidos para negociar un tratado histórico que busca combatir la contaminación por plásticos. Estas conversaciones, que están en la recta final tras dos años de deliberaciones, tienen como objetivo establecer un acuerdo legalmente vinculante que pueda enfrentar uno de los problemas ambientales más urgentes de nuestro tiempo. Sin embargo, las diferencias de opinión sobre cómo abordar este desafío están retrasando los avances hacia un consenso.
El punto de mayor debate gira en torno a la producción de plástico: mientras algunos abogan por limitar la cantidad que se produce, otros sostienen que la solución está en mejorar la gestión de los desechos y el reciclaje. Pero ¿qué estrategia es realmente eficaz para frenar la contaminación y reducir los efectos negativos del plástico en el medio ambiente?
El reciclaje: una solución insuficiente
El reciclaje ha sido tradicionalmente presentado como una solución clave para el problema de los plásticos. Sin embargo, las cifras actuales revelan sus limitaciones. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), menos del 10 % de los 400 millones de toneladas de plástico producidas anualmente se reciclan. Esto se debe, en gran medida, a la complejidad del proceso. Los plásticos se fabrican con diversos materiales como PVC, polietileno y polipropileno, que no pueden ser reciclados juntos. Además, muchos productos están hechos de combinaciones de materiales imposibles de separar o reciclar eficientemente.
A pesar de los avances tecnológicos en el reciclaje químico y otras metodologías, no hay evidencia suficiente de que estas alternativas puedan operar a la escala necesaria. Incluso si se incrementara el reciclaje en un 50 %, como han sugerido algunos países productores de petróleo y plásticos, esto no sería suficiente para abordar la magnitud del problema. Francia, a través de su ministra de Transición Energética, Agnès Pannier-Runacher, subrayó esta semana que el reciclaje por sí solo no resolverá la crisis de la contaminación plástica.
Además, el impacto ambiental del plástico no se limita a los residuos visibles. Durante todo su ciclo de vida, la producción de plásticos genera casi tres veces las emisiones de gases de efecto invernadero de la aviación. Gran parte de estas emisiones provienen de la extracción de combustibles fósiles y su conversión en plásticos. Si no se implementan restricciones, las emisiones relacionadas con el sistema del plástico aumentarán un 37 % para 2050, lo que equivale a las emisiones anuales de casi 9,000 centrales eléctricas de gas natural.
Reducir la producción: Un camino hacia la sostenibilidad
Los defensores de limitar la producción de plástico argumentan que esta medida es esencial para abordar la crisis desde su raíz. Una investigación reciente publicada en la revista Science concluye que, sin límites en la creación de nuevos plásticos, los desechos mal gestionados —aquellos que no se reciclan, queman o depositan en vertederos— se duplicarán para 2050, alcanzando 121 millones de toneladas al año. Esto significaría un aumento exponencial de los plásticos que terminan en océanos, suelos y ecosistemas vulnerables.
La propuesta de establecer un límite de producción en los niveles de 2020 podría tener efectos significativos. Durante ese año, marcado por la pandemia de COVID-19, la producción global de plásticos alcanzó niveles históricos. Si se implementara esta medida, el volumen de desechos plásticos mal gestionados podría reducirse de 121 millones a 72 millones de toneladas para 2050. Organizaciones como Greenpeace y el Fondo Mundial para la Naturaleza han presentado peticiones firmadas por millones de personas exigiendo una drástica reducción en la producción.
Además, estudios sugieren que una combinación de estrategias podría ser aún más efectiva. Estas incluyen exigir que al menos el 40 % de los nuevos productos plásticos se fabriquen con materiales reciclados, invertir en infraestructura de gestión de residuos y aplicar impuestos a los envases de plástico. Sin embargo, sin un límite claro a la producción, estas medidas por sí solas podrían no ser suficientes.
Avances lentos y temor a un acuerdo débil
A pesar de la urgencia del problema, las negociaciones en Busan han progresado lentamente. Países como Colombia, la Unión Europea, Noruega y Suiza han expresado su frustración ante lo que consideran tácticas de dilación por parte de naciones como Rusia, Irán y Arabia Saudita, que insisten en que la solución debe centrarse en el manejo de residuos, sin imponer restricciones a la producción.
El resultado de estas conversaciones aún es incierto, pero el mundo observa con atención. La directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, destacó esta semana que el tratado final debe abordar tanto el consumo como la producción de plásticos, aunque reconoció que el éxito dependerá de la capacidad de los países para llegar a un acuerdo.
En un mundo donde la producción de plásticos podría triplicarse para 2050, la necesidad de un tratado ambicioso es más urgente que nunca. Limitar la producción no solo es una solución lógica para reducir los residuos, sino también una medida crítica para frenar las emisiones y proteger el planeta para las generaciones futuras.