Energías Renovables

Abandonar los combustibles fósiles mejoraría la seguridad energética global

Una transición energética que refuerza la independencia y estabilidad de los países

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Un estudio reciente publicado en la revista Nature Climate Change arroja luz sobre una de las ventajas menos discutidas de la transición hacia fuentes de energía limpias: el fortalecimiento de la seguridad energética. De acuerdo con la investigación, sustituir los combustibles fósiles por energías renovables y tecnologías limpias podría reducir en promedio un 19 % los riesgos asociados al comercio energético internacional. Esta cifra aumenta aún más si los países amplían sus redes comerciales y colaboran con más proveedores de recursos, lo que podría disminuir el riesgo a la mitad.

La base del estudio se fundamenta en un análisis exhaustivo de 236 países a través de más de mil escenarios distintos de descarbonización con la meta de alcanzar emisiones netas cero para el año 2060. Los investigadores evaluaron la disponibilidad de recursos nacionales, las dependencias de importación, el valor económico de esas importaciones y la concentración del mercado, lo que les permitió construir un índice de riesgo comercial enfocado en seguridad energética.

A diferencia de los combustibles fósiles, cuyos yacimientos suelen estar concentrados en zonas geopolíticamente sensibles o inestables, los minerales necesarios para tecnologías limpias —como el litio, el cobalto, el níquel, el cobre o las tierras raras— se encuentran distribuidos mayormente en el Sur Global. Esto podría implicar un cambio significativo en las dinámicas del poder energético mundial. Sin embargo, lejos de crear nuevas vulnerabilidades, el estudio demuestra que el cambio hacia una economía descarbonizada no solo es viable, sino ventajoso desde el punto de vista de la seguridad energética.

Diversificación y reciclaje: claves para reducir riesgos

La transición hacia una economía basada en energías renovables también implica un cambio de enfoque: ya no se trata de depender de unos pocos países con grandes reservas de petróleo o gas, sino de diseñar sistemas más resilientes y diversificados. Según Steve Davis, autor principal del estudio y profesor en la Escuela Doerr de Sostenibilidad de la Universidad de Stanford, la mayoría de los países saldrían ganando con esta transformación.

«Muchos se enfocan solo en los nuevos retos que podrían surgir, sin considerar los beneficios en seguridad que implicaría dejar atrás los combustibles fósiles», comenta Davis. «Cambiar la dependencia de combustibles fósiles importados por materiales críticos necesarios para tecnologías limpias representa, en la mayoría de los casos, una mejora en términos de seguridad energética».

Además, el estudio plantea que hay estrategias adicionales para reducir la vulnerabilidad de los países pobres en minerales. Una de ellas es aumentar considerablemente las tasas de reciclaje de minerales clave. Si las tasas actuales de reciclaje de litio, níquel o indio se cuadruplicaran, los riesgos relacionados con el comercio energético se reducirían en promedio un 17 %. Otra alternativa es desarrollar tecnologías que requieran menos materiales o prolongar la vida útil de los dispositivos energéticos, disminuyendo así la necesidad de importar nuevos recursos.

Sin embargo, los investigadores advierten que confiar excesivamente en un solo proveedor o en un número limitado de fuentes sigue siendo un punto débil. Davis subraya la importancia de la diversificación: “Si importas una gran parte de lo que necesitas de un solo lugar, estás expuesto a interrupciones por desastres naturales o conflictos geopolíticos. Cuantos más socios tengas, más resiliente será tu sistema”.

El futuro energético apunta a la autosuficiencia y sostenibilidad

En resumen, este estudio ofrece una perspectiva optimista sobre el futuro de la seguridad energética global en un escenario de emisiones netas cero. A diferencia de lo que se podría pensar, una economía libre de combustibles fósiles no necesariamente implica nuevas dependencias peligrosas. Por el contrario, la mayoría de los países experimentarían una disminución en sus riesgos comerciales, especialmente aquellos que reduzcan más drásticamente su consumo de carbón, petróleo y gas.

Así, el camino hacia un mundo descarbonizado no solo es una necesidad climática, sino también una oportunidad estratégica para reforzar la independencia energética y promover un sistema global más equitativo, estable y resistente a las crisis.

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