En el contexto de las elecciones presidenciales de Estados Unidos programadas para noviembre, el futuro del abordaje estadounidense frente al cambio climático parece estar en juego. Después de un verano en el que se registraron algunos de los días más calurosos de la historia, los dos candidatos presidenciales, Kamala Harris y Donald Trump, presentan visiones diametralmente opuestas sobre cómo encarar el cambio climático, priorizando en ambos casos el suministro de energía para el país.
Kamala Harris, quien ha sido defensora del medio ambiente desde su tiempo como senadora, se ha alineado históricamente con el Green New Deal y con los enfoques progresistas para reducir las emisiones. Trump, por su parte, ha reafirmado su intención de desmantelar las normativas climáticas impuestas durante la administración Biden y promover una agenda centrada en la explotación de combustibles fósiles y la autosuficiencia energética de Estados Unidos. Ante un escenario global donde los objetivos de reducción de emisiones no se están cumpliendo y el planeta se encamina hacia un aumento de 3.1°C para este siglo, las políticas del próximo líder de esta potencia mundial tendrán repercusiones profundas en la crisis climática global.
Postura de Harris: Compromiso ambiental y transición hacia energía limpia
Durante su campaña, Harris ha mencionado el cambio climático en varias ocasiones, abordándolo como parte de la lucha por las libertades fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a respirar aire limpio y a consumir agua potable sin riesgo de contaminación. Harris ha sido una defensora temprana del Green New Deal, una serie de propuestas que buscan transformar rápidamente el sistema energético estadounidense hacia un modelo totalmente sostenible. Como vicepresidenta, ha apoyado políticas de la administración Biden que promueven la adopción de vehículos eléctricos y limitan la contaminación de las plantas de carbón.
Harris también ha enfatizado la importancia del liderazgo de Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático. Ha propuesto políticas que, además de reducir las emisiones, también promuevan el crecimiento económico mediante la adopción de iniciativas sostenibles. Grupos ambientalistas la consideran una “campeona climática” y destacan su postura de confrontación hacia las grandes petroleras. Según Lena Moffitt, directora ejecutiva de Evergreen Action, “no volveremos a tener un negador del clima en la Casa Blanca”, en clara referencia a la administración de Trump.
Sin embargo, Harris ha adoptado una postura ambivalente en cuanto a la fracturación hidráulica o «fracking». Aunque se opuso inicialmente a esta práctica durante su campaña de 2020, en su rol de vicepresidenta y en su actual campaña, ha clarificado que no apoyará una prohibición de este proceso de extracción de gas natural y petróleo. Consciente de la importancia del fracking para la economía en estados clave como Pensilvania, Harris ha señalado que es posible desarrollar una economía de energía limpia sin prohibir esta práctica. En su discurso, ha intentado equilibrar los intereses de los votantes ambientales con los de la industria energética, adoptando una postura crítica hacia las grandes compañías de petróleo y gas mientras enfatiza la necesidad de mantener una economía verde.
La postura de Trump: Autonomía energética y regreso a los combustibles fósiles
Por su parte, Donald Trump ha dejado claro que, de ser elegido, revertirá las políticas climáticas de la administración Biden, a las que ha tachado de “regulaciones kamikaze” para la economía estadounidense. Trump ha expresado en numerosas ocasiones su apoyo a la explotación de los recursos fósiles del país, defendiendo la idea de que Estados Unidos tiene bajo su suelo una abundancia de “oro líquido” y que esta riqueza debería aprovecharse para la independencia energética. Durante su administración anterior, intentó desmantelar más de 100 regulaciones ambientales, y según sus partidarios, esta vez podría tener más éxito, dado que cuenta con un sistema judicial más alineado con sus ideales conservadores.
Para Trump, el cambio climático ha sido “uno de los grandes engaños de todos los tiempos”, y ha prometido terminar con el “Green New Deal” y rescindir los fondos destinados a la Ley de Reducción de la Inflación. Según él, estos programas no solo carecen de efectividad, sino que aumentan los precios de la energía y trasladan los empleos estadounidenses al extranjero. Su enfoque de política energética se centra en la autosuficiencia y en reducir los costos para los consumidores. En cuanto a los vehículos eléctricos, Trump ha criticado los nuevos estándares de emisiones que promueven la adopción de estos vehículos, argumentando que podrían afectar negativamente la industria automotriz del país y, a su juicio, beneficiar a competidores extranjeros como China.
La administración Trump también retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París en 2015, y el expresidente ha prometido hacerlo nuevamente si resulta electo. Trump sostiene que el acuerdo internacional para reducir las emisiones de carbono es ineficaz y una carga para la economía estadounidense, beneficiando a países como China. Además, ha considerado la posibilidad de desvincular a Estados Unidos del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, lo cual impediría al país participar en futuras negociaciones internacionales sobre cambio climático.
Futuro incierto: ¿Hacia dónde se dirige la política climática estadounidense?
Con la urgencia de los problemas climáticos actuales, la elección presidencial de Estados Unidos en noviembre podría determinar el rumbo no solo de la política ambiental del país, sino también de los esfuerzos internacionales por mitigar el cambio climático. Con un mundo que enfrenta graves desafíos climáticos, la política que el próximo presidente elija adoptar tendrá un peso considerable en el intento global de limitar el calentamiento. Mientras Kamala Harris busca continuar con las políticas de transición hacia una economía de energía limpia, Donald Trump se propone restablecer las políticas energéticas basadas en combustibles fósiles.
La diferencia de enfoque entre ambos candidatos es profunda: mientras Harris apunta a un futuro con energía limpia y sostenibilidad, Trump mantiene su visión de autosuficiencia energética basada en la explotación intensiva de los recursos fósiles. En este contexto, la elección del próximo presidente de Estados Unidos influirá no solo en la calidad del aire y el agua de sus ciudadanos, sino también en la capacidad del mundo para enfrentar el reto climático.