El sector de la defensa, reconocido por su importancia estratégica en la seguridad global, enfrenta un desafío creciente: adaptarse al cambio climático mientras cumple con su misión esencial. A pesar de ser uno de los sectores más contaminantes del mundo, con un estimado del 5,5% de las emisiones globales anuales, la industria militar está comenzando a tomar medidas para reducir su impacto ambiental. Sin embargo, el progreso hacia la sostenibilidad sigue siendo desigual y está condicionado por tensiones geopolíticas y prioridades presupuestarias.
Un enfoque emergente en la sostenibilidad militar
Desde 2007, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU debatió por primera vez sobre el cambio climático como una cuestión de seguridad internacional, la relación entre el clima y la defensa ha cobrado relevancia. Organizaciones como el Observatorio de Conflictos y Medio Ambiente (CEOBS) han señalado la necesidad de abordar tanto el impacto ambiental de las operaciones militares como su adaptación a un entorno cambiante.
Tradicionalmente, las actividades de defensa han generado daños ambientales significativos, como la contaminación marina por agentes químicos y la polución por metales pesados. Sin embargo, las fuerzas armadas están adoptando gradualmente prácticas más sostenibles, como la utilización de materiales menos contaminantes y la reducción de residuos peligrosos. Estas iniciativas no solo buscan minimizar el impacto ambiental, sino también optimizar las operaciones de apoyo humanitario, como las respuestas a desastres naturales.
Además, algunos países están introduciendo tecnologías de energía renovable en bases militares y sistemas de transporte. Por ejemplo, el Reino Unido ha comenzado a usar sistemas de propulsión híbrida en vehículos militares, mientras que otras naciones experimentan con células de combustible de hidrógeno y producción de energía solar en el lugar. Estas innovaciones prometen reducir la dependencia de los combustibles fósiles, disminuir las emisiones y generar ahorros económicos significativos.
Retos y oportunidades en un clima extremo
El cambio climático también plantea desafíos operativos inmediatos. Con temperaturas globales en aumento, regiones como Oriente Medio podrían enfrentar olas de calor extremo para 2050, afectando la capacidad de los ejércitos para operar en condiciones impredecibles. En respuesta, los militares están desarrollando estrategias de gestión del calor, incluyendo uniformes reflectantes y sistemas de enfriamiento, que no solo protegen al personal, sino que también mejoran la eficacia en operaciones de socorro humanitario.
En el ámbito de la formación, algunas fuerzas armadas, como las de Noruega, han adoptado simuladores de vuelo avanzados que permiten entrenar sin el impacto ambiental y los costos asociados a las operaciones reales. Estas tecnologías no solo reducen las emisiones, sino que también prolongan la vida útil de los equipos, disminuyendo la necesidad de mantenimiento y sustitución.
¿Es posible una defensa verdaderamente verde?
A pesar de los avances, la sostenibilidad en el sector de la defensa sigue siendo secundaria frente a las demandas estratégicas. En 2021, la OTAN adoptó un Plan de Acción Climática con el objetivo de alcanzar emisiones netas cero para 2050, reconociendo el cambio climático como una amenaza a la seguridad global. Sin embargo, implementar estas metas requiere acciones inmediatas, dado que los sistemas militares tienen una vida útil de varias décadas.
Además, la transparencia en la medición de emisiones militares es fundamental para evaluar su contribución al cambio climático y equilibrar las prioridades entre la seguridad y otros sectores. Sin embargo, algunos expertos señalan que las inversiones crecientes en defensa están impulsando un círculo vicioso: mayores emisiones que agravan una crisis climática que, paradójicamente, los ejércitos deben gestionar.
En países como Francia, las iniciativas climáticas en las fuerzas armadas se centran principalmente en mejorar la eficiencia energética, dejando de lado reformas más amplias. Según Sofia Kabbej, investigadora del Instituto Francés de Asuntos Internacionales y Estratégicos (IRIS), la adaptación climática podría no recibir la atención prioritaria que merece debido a las tensiones geopolíticas y los retrasos en la acción climática civil.
La transición hacia una defensa más verde no solo es una cuestión de responsabilidad ambiental, sino también de mantener la relevancia estratégica en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático. Si bien existen avances prometedores, como el uso de energías renovables y tecnologías híbridas, el camino hacia una sostenibilidad integral sigue siendo largo. La verdadera prueba será si las fuerzas armadas pueden equilibrar sus objetivos de seguridad con la urgencia de combatir una crisis climática que amenaza a todas las naciones por igual.