En los últimos años, el mundo ha sido testigo de un aumento en la frecuencia y la intensidad de fenómenos meteorológicos extremos. Estas manifestaciones del cambio climático ponen a prueba la resistencia de todo tipo de infraestructuras, incluidas aquellas destinadas a la generación de energía. No obstante, frente a la creencia de que las plantas solares son especialmente frágiles ante vientos huracanados o lluvias intensas, expertos y operadoras del sector señalan que este tipo de instalaciones no solo pueden resistir mejor de lo que se cree, sino que además se recuperan con rapidez tras un incidente.
Un ejemplo reciente se presentó en el Reino Unido, donde la tormenta Darragh azotó con fuerza extraordinaria diversas regiones, desencadenando cortes masivos de electricidad, afectando el transporte e incluso provocando lamentables pérdidas humanas debido a la caída de árboles y a inundaciones repentinas. Esta tormenta, que llevó a las autoridades británicas a emitir una poco común alerta meteorológica roja por vientos y a activar, en mayor escala que nunca, sistemas de emergencia, también alcanzó una planta solar en la isla de Anglesey, en el noroeste de Gales.
Medios sensacionalistas describieron el suceso como si el parque solar hubiese sido «hecho pedazos» por la furia del viento. Sin embargo, estas afirmaciones pasan por alto no solo el verdadero alcance de los daños, sino también la naturaleza misma de la energía solar, un sector que ha ido perfeccionando técnicas de construcción, medidas de seguridad y procedimientos de reparación para enfrentar las condiciones más adversas.
La realidad tras los daños a la planta solar en Anglesey
La instalación afectada, Porth Wen, operada por la filial británica de la empresa francesa EDF Renewables, cuenta con una capacidad de 50 megavatios, lo que la convierte en un proyecto significativo, pero no en el más grande del Reino Unido. Este título lo ostenta otra planta, Llanwern, con 75 MW, mientras que existen autorizaciones concedidas para el desarrollo de parques aún mayores, como el caso de Cottam, con una capacidad proyectada de 600 MW. Así, la descripción de la planta de Anglesey como “la mayor” del país es simplemente errónea, y calificar lo sucedido como “devastación total” carece de rigor técnico.
Expertos en la industria solar aclaran que las imágenes de paneles desprendidos o dañados, por impactantes que resulten a primera vista, no constituyen un indicativo de que la energía fotovoltaica sea incapaz de resistir vientos extremos. Chris Hewett, director ejecutivo de la asociación industrial Solar Energy UK, destaca que la tormenta Darragh fue excepcionalmente intensa, situándose entre las condiciones meteorológicas extremas que la comunidad científica viene augurando desde hace décadas. En ese sentido, recuerda que las energías renovables, incluida la solar, forman parte crucial de la respuesta global ante el calentamiento del planeta. La transición hacia un sistema energético más limpio, descentralizado y resiliente es un antídoto ante estos escenarios adversos.
Hewett subraya además que uno de los mayores beneficios de las granjas solares radica en su relativa facilidad de reparación. A diferencia de las complejas centrales de generación con combustibles fósiles, las plantas fotovoltaicas pueden instalarse y reponerse con rapidez. Los paneles dañados en Anglesey ya se están retirando y sustituyendo, según informó un portavoz de EDF Renewables UK. De hecho, pocos días después del evento, la compañía comunicó que la operación de limpieza estaba prácticamente completada y que la reposición de la capacidad de generación se efectuaría tan pronto como las condiciones lo permitieran, con miras a una plena recuperación durante el transcurso del año siguiente. El proceso, si bien no está exento de dificultades, es comparativamente más ágil que el de otras infraestructuras energéticas.
Un sistema energético más descentralizado y resiliente
La vulnerabilidad ante eventos climáticos no distingue entre tecnologías: todas las infraestructuras de generación, transporte y distribución de electricidad pueden resultar afectadas por tormentas, inundaciones y otros fenómenos. Sin embargo, las plantas solares cuentan con una ventaja estratégica: su descentralización. En un modelo energético basado en múltiples nodos de generación repartidos sobre el territorio, la pérdida temporal de unos pocos grupos de paneles no implica el colapso de todo el sistema. Es más, esta característica contrasta con la de las centrales térmicas tradicionales, cuya indisponibilidad total o parcial puede tener efectos más severos sobre la red eléctrica.
La descentralización, combinada con la rapidez de la reinstalación de equipos dañados, ofrece un interesante colchón de resiliencia. Hewett menciona que la industria solar, en conjunto con otras asociaciones energéticas del Reino Unido, trabaja continuamente para mejorar la capacidad de estas instalaciones de cara a condiciones meteorológicas extremas. El incidente en Anglesey se convertirá sin duda en un caso de estudio valioso, pues brindará lecciones sobre diseño estructural, anclajes y refuerzos que permitan a las plantas fotovoltaicas resistir aún mejor en el futuro.
No es un desafío exclusivo del Reino Unido. En regiones del mundo con mayor propensión a huracanes y tormentas tropicales, como el sur de Estados Unidos y el Caribe, los operadores solares han lidiado durante años con vientos incluso más potentes que los registrados en la tormenta Darragh. Y aun así, la energía fotovoltaica se ha consolidado como una alternativa viable y duradera, impulsando la investigación y el desarrollo de soluciones técnicas que refuercen la estabilidad de los paneles y los sistemas de montaje.
En 2020, el Laboratorio Nacional de Energías Renovables (NREL) del Departamento de Energía de Estados Unidos publicó una serie de directrices enfocadas en el “reforzamiento contra el viento” de las plantas solares. Estas recomendaciones incluyen el uso de tornillería más robusta, estructuras de soporte mejor diseñadas y mantenimientos preventivos más exigentes. La adopción de estas medidas incrementa los costos iniciales, pero brinda beneficios a largo plazo, pues garantiza mayor seguridad, reduce el riesgo de daños ante tormentas y, en consecuencia, disminuye el tiempo de inactividad de la generación eléctrica tras un evento extremo.
Los autores de dichas directrices concluyen que, para que la energía solar pueda consolidarse como un recurso verdaderamente resiliente frente a las condiciones más duras, es imprescindible elevar los estándares de construcción, instalación y mantenimiento. El resultado son sistemas más resistentes, cuya inversión adicional puede verse justificada por la mayor fiabilidad que ofrecen, sobre todo considerando las cada vez más frecuentes y potentes manifestaciones del cambio climático.
La conclusión es clara: las granjas solares no solo no están condenadas a fracasar ante tormentas intensas, sino que, bien diseñadas e implementadas, son capaces de superar adversidades considerables. Además, su naturaleza modular y descentralizada facilita la restauración rápida del servicio. En una era marcada por el cambio climático y la necesidad imperante de adoptar energías limpias, el sector fotovoltaico continuará refinando sus prácticas, incorporando aprendizajes de cada incidente y fortaleciendo su posición como pilar esencial del suministro eléctrico global. Frente a las turbulencias del clima, la energía solar demuestra que no es una víctima indefensa, sino un actor cada vez más resistente y preparado para el futuro.